viernes, junio 16, 2006

Por su interés informativo...

LOS SOCIALISTAS ANTE EL RETO DE LA PAZ

19 de Enero de 1999


El pasado mes de septiembre se abrió un período de esperanza para todos los ciudadanos españoles y muy especialmente para la sociedad vasca. La declaración de tregua anunciada por ETA significó, sin duda, alivio y alegría para nuestro pueblo, que ha venido padeciendo durante más de treinta años la violencia terrorista.

El PSOE participa de esta alegría colectiva. Al objetivo de la paz ha dedicado el Partido Socialista lo mejor de sus esfuerzos tanto cuando desempeñó el Gobierno de la Nación como cuando, antes y después de ello, se encontró en la oposición. Por este objetivo, ha buscado el entendimiento con los nacionalistas, lo que le llevó a asumir responsabilidades a lo largo de doce años de Gobierno de coalición en el País Vasco y propiciar pactos globales con el Partido Nacionalista Vasco para incorporarlo a la gobernabilidad del país e implicarlo en la lucha democrática contra la violencia; y, convencidos de que el acuerdo entre PSE y PNV era la mejor plataforma para enfrentar a ETA y construir una sociedad plural en paz, defendimos tras el pasado 25 de octubre el entendimiento entre formaciones políticas tan diferentes. Con este objetivo, en fin, contribuyó al diseño y puesta en práctica de la Mesa de Ajuria Enea, como marco de encuentro de todas las fuerzas democráticas vascas para desarrollar su voluntad compartida de alcanzar la paz.

Los socialistas hemos advertido una y otra vez que no nos conformamos con la tregua. Queremos la paz. Y la paz supone el abandono definitivo de las armas y la renuncia pública, expresa y consciente del recurso a la violencia como instrumento de acción política.

Pero el PSOE también ha señalado las limitaciones del anuncio de tregua. Dijimos que la tregua, junto a las inmensas posibilidades de conformar en paz nuestro futuro colectivo, implicaba también riesgos. De entrada, el de que los terroristas decidieran desistir de la tregua y volver a la violencia en el momento en que conviniese a sus intereses, frustrando así las expectativas colectivas. Pero también el de que como consecuencia de una mala gestión de la nueva situación por parte de los gobiernos y las fuerzas democráticas, los violentos pudiesen conseguir imponer cambios en el sistema político bajo la amenaza de volver a ejercerla.

Durante el tiempo transcurrido desde entonces, la consecución de la paz ha presidido nuestros análisis políticos y ha estado presente en nuestras decisiones. Hemos reafirmado nuestra voluntad de comprometernos con el proceso de paz, hemos ofrecido nuestra colaboración tanto al Gobierno de la Nación como al Gobierno Vasco, hemos reclamado para los demócratas la iniciativa de este proceso y hemos llamado a la unidad a todos los que detestan la violencia.

Cuatro meses después de declarada la tregua, creemos que hay motivos inequívocos de preocupación. Asumir por parte de los nacionalistas la declaración de Estella como auténtico programa político del nuevo Gobierno Vasco o aceptar la sustitución de la legitimidad democrática representativa por una Asamblea de Municipios a la que se quiere dar carácter seudoconstituyente, significa una apuesta por la exclusión y una quiebra muy grave de la normalidad institucional y democrática. Por otra parte, sigue habiendo violencia: una violencia que no mata pero que no deja vivir; una violencia selectiva, dirigida a recordarnos que si no aceptamos sus proclamas volverá la otra violencia, la de matar.

Se forma un gobierno vasco que margina a los no nacionalistas; un gobierno débil que su propio presidente califica de "técnico", reconociendo así que la política se hará en otros foros; un gobierno que depende para su estabilidad de HB, partido que se niega a condenar la violencia y que ya le está conduciendo hacia la radicalidad y el frentismo nacionalista. El Pacto de Ajuria Enea se da por muerto, en vez de propiciar que sus postulados guíen el proceso de paz. Partidos como el PNV, EA e IU, que hace pocos meses se alineaban con el bloque democrático del arco parlamentario, han optado por abrazarse a HB en abierta contradicción con sus convicciones democráticas. Y, como telón de fondo, PNV, EA y HB insisten, día sí y día también, en la soberanía e independencia de Euskadi como solución y como horizonte próximo del problema.

Aznar, durante los años de su Gobierno anteriores a la tregua, ha dado muestras constantes de su incapacidad para evitar esta deriva gravísima que se está produciendo: su política de pactos con el PNV a cambio de un apoyo parlamentario para sus políticas más regresivas, ha llevado al Gobierno de la Nación a abdicar de sus responsabilidades y, con ello, a desentenderse de la situación en el País Vasco y a abandonar todo proyecto de articulación y cohesión del Estado. Y cuando ha querido intentarlo, ya el PNV había aprovechado la debilidad de Aznar, había provocado la ruptura del bloque democrático contra la violencia y había aceptado la rentabilización de la violencia ajena para el éxito o el progreso de sus propuestas políticas.

El PSOE ve con honda preocupación este estado de cosas. Porque, a nuestro juicio, es la España democrática y autonómica surgida de la Constitución de 1978 la que está permitiendo a los vascos, igual que al resto de los españoles, disfrutar de niveles de libertad y autogobierno superiores a los obtenidos en cualquier otra etapa de nuestra historia colectiva. Y, sin embargo, se está abriendo paso un riesgo serio de división social en el País Vasco al quebrarse el punto de encuentro que ha venido siendo el Estatuto.

Estas consideraciones son las que fundamentan las propuestas y criterios que el Partido Socialista defiende en relación con la situación actual y el futuro del País Vasco. Y las piensa defender porque no está dispuesto a instalarse en la resignación, el abandono, el desistimiento. Creemos que es hora de que las fuerzas políticas democráticas que comparten la idea de que todos los pueblos de España pueden construir un futuro común, que la paz se puede mantener sin secesión, que la cohesión se debe asegurar desde la diversidad, llamen a todos los ciudadanos a un ejercicio compartido de coraje cívico y democrático en defensa de nuestras convicciones.

Por ello, el PSOE quiere, de acuerdo con la responsabilidad social y política que le corresponde, trasladar a la opinión pública este análisis y exponer las líneas de conducta que en esta cuestión guiarán a los socialistas:

1.- No existe un conflicto de índole nacional entre el País Vasco y el resto de España. Si alguno hubo en nuestra secular historia compartida, ha sido superado a través del ejercicio de las libertades democráticas por parte de los ciudadanos, y de los ciudadanos vascos en concreto. Cualquier discrepancia ideológica o política hoy existente entre vascos o entre una parte de ellos con el resto de España, o cualquier alternativa que se plantee en el futuro, pueden y deben ser resueltas a través de los instrumentos previstos en el actual marco institucional aprobado por los vascos y de acuerdo con las normas y principios democráticos.

2.- El verdadero conflicto vasco es la violencia. El único problema que ha impedido a los ciudadanos vascos el ejercicio pleno de sus derechos y el disfrute de sus libertades ha sido la pervivencia del terrorismo. Es un conflicto que no ha separado a nacionalistas y no nacionalistas, sino a demócratas y violentos. Y este es, hasta ahora, el único conflicto que espera solución.

3.- Hemos sido y seguiremos siendo leales con el Gobierno. Estamos convencidos de que la tregua actual es fruto, entre otras cosas, de la fuerza de los demócratas y de la movilización ciudadana contra el terrorismo. El proceso a seguir para la consecución definitiva de la paz exige que esas actitudes se mantengan. Por ello, desde que gobierna el PP hemos sido totalmente leales con el Gobierno en la lucha contra el terrorismo. Lo seguiremos siendo. Pero con la legitimación que nos da esta lealtad, y para poder mantenerla ante una cuestión en la que está en juego nuestro futuro colectivo en democracia, hoy queremos reclamarle que corrija algunos de sus comportamientos últimos y adopte como pauta de conducta la información, el acuerdo y la búsqueda del consenso con las fuerzas políticas democráticas y, especialmente, con el Partido Socialista como fórmula de asegurar que los demócratas tomemos definitivamente la iniciativa política.

4.- Las víctimas son nuestra principal preocupación. La paz no será real ni completa si se construye sobre el olvido de quienes directa y personalmente han sufrido la violencia terrorista. Ellos deben ser quienes primero vivan la paz. La Justicia y la Etica nos reclaman a todos que las víctimas sean protagonistas principales del proceso de paz y reciban el reconocimiento, la atención y la compensación de toda la sociedad española.

5.- La gestión de la tregua y la consecución de la paz no pueden pasar por una revisión de nuestro modelo político. La paz no puede ser el precio de la satisfacción de las reivindicaciones políticas de los violentos. No puede haber negociación política ni para que dejen la violencia definitivamente, ni porque la han dejado. No puede haber prima política a los violentos: porque sería tanto como incentivar el recurso a la violencia para lograr reivindicaciones políticas y, de este modo, someteríamos al poder de las armas la voluntad de la mayoría y acabaríamos con la democracia.

6.- El pueblo español es el titular de la soberanía nacional y no va a renunciar a su ejercicio. Los firmantes de la declaración de Estella sólo conciben la consecución de la paz sobre la base de sus propios postulados: que Navarra y el País Vasco-Francés sean Euskadi, que Euskadi sea independiente y que de esa decisión queden totalmente excluidos el resto de los españoles.

La actual sociedad vasca y sus posibilidades de autogobierno son el resultado de un proyecto construido por nacionalistas y no nacionalistas, unidos en su común sentido democrático. Por la nueva vía de Estella, se emprende un camino seguro hacia la ruptura social y territorial del pueblo vasco. Porque ese no es el proyecto político de todos los vascos. Porque una sociedad como la vasca, preñada de pluralismo y diversidad, sólo puede subsistir si se respetan y toleran las diferentes identidades lingüísticas, culturales y políticas que en ella existen y conviven. Porque, en fin, quien es titular de la soberanía nacional es el conjunto del pueblo español y no va a renunciar a su ejercicio. Y, por todo ello, la pluralidad, el respeto al otro y los intereses colectivos sólo encuentran garantías reales en la democracia, en las reglas del juego de nuestro modelo constitucional y estatutario, en la voluntad de mayorías democráticas.

7.- Con violencia no hay tregua. El mayor enemigo del diálogo es la violencia, porque la violencia niega el valor de la palabra y el sentido de las convicciones. No hay violencia soportable. No hay violencia de baja intensidad. El hecho de que hoy no maten no permite que intimiden, insulten o amenacen. Así también se violan derechos humanos y libertades públicas, así también se lesiona la convivencia democrática. No es tolerable, bajo ningún pretexto, que a un partido político se le prive, a través del miedo, de encontrar ciudadanos dispuestos a representarle. No se puede consentir que a un alcalde vasco se le coloque en pasquines por todo el pueblo, con insultos y amenazas. No se puede aceptar que quemen sedes de partidos o locales y negocios de ciudadanos cualesquiera o de militantes de partidos que no suscribieron el acuerdo de Estella. Frente a estos hechos, no cabe la disculpa, no es digno el silencio, no es posible la pasividad, no aceptamos la complicidad. Y el Gobierno de la Nación y muy especialmente el Gobierno Vasco deberán ejercer sus responsabilidades en garantía de la libertad y seguridad de los ciudadanos.

8.- Recuperar el consenso en política penitenciaria. La democracia no debe claudicar ante la violencia pero puede ser generosa con quienes la abandonen. La consecución progresiva de la paz puede permitir fórmulas de perdón y procedimientos de reincorporación a la sociedad democrática de quienes dejen las armas y se comprometan a renunciar definitivamente a la violencia. Serán medidas duras y costosas de aceptar por una sociedad que tanto ha sufrido inútilmente, pero podrán contar con nuestro apoyo.

Elemento central del diálogo para alcanzar la paz es la política penitenciaria. Aunque ésta es competencia exclusiva del Gobierno de la Nación, es muy conveniente que, sobre las bases y principales decisiones de esta política, exista el máximo consenso entre las fuerzas democráticas. Hasta hace unos pocos años sólo el PP rompía este consenso al negarse a la reinserción. Hoy son PNV, EA e IU quienes lo rompen gravemente en defensa de otras posiciones sobre esta política.

El PSOE lamenta y muestra su preocupación por la situación en tan importante tema. Somos partidarios de aplicar una política penitenciaria más dinámica y flexible, defendiendo el carácter individual y la reversibilidad de las medidas que se adopten, tal y como exigen la Constitución y las leyes. Bajo estas condiciones, estamos dispuestos a apoyar progresivos acercamientos a cárceles próximas a la Comunidad Autónoma Vasca y a que se apliquen otras medidas de reinserción progresiva, conforme avance el proceso de paz y se acredite el abandono definitivo de la violencia. Sobre estas bases, reclamamos al Gobierno que busque el máximo consenso con el resto de las fuerzas políticas, tal y como se acordó en la resolución que aprobó por unanimidad el Congreso de los Diputados en el pasado período de sesiones.

9.- Con violencia no puede haber diálogo político. Los Pactos de Ajuria Enea, Pamplona y Madrid, han sido el lugar de encuentro de los demócratas para, al margen de los respectivos programas políticos, trabajar por la paz durante los últimos años. Han sido el referente de todos los Gobiernos que se han sucedido durante los diez últimos años y también de todos los ciudadanos que se han comprometido contra la violencia. Hay que lamentar que Partidos que contribuyeron a fundar y mantener la vigencia de esos Pactos, hoy hayan enterrado tan precipitada como irresponsablemente los principios democráticos que nos unían a todos. La intención del nuevo Lehendakari de negociar la constitución de una nueva mesa de diálogo sólo puede ser, a nuestro juicio, la consecuencia de la inequívoca constatación de que HB ha renunciado definitivamente a la violencia y a su justificación. Con quienes no condenan la violencia no puede haber diálogo político.

10.- Los socialistas queremos un futuro de paz para el País Vasco en un marco de autogobierno dentro de un proyecto federal para España. La situación del País Vasco y, en general, la relación del País Vasco con el resto de España, son cuestiones que importan, en primer lugar, a los vascos pero de las que no pueden excluirse ni pueden sentirse ajenos el resto de los españoles ni las fuerzas políticas que los representan. Y por ello, el Partido Socialista Obrero Español reafirma su voluntad de defender, por las vías democráticas, tanto en las Cortes Generales como en el Parlamento Vasco, un programa de convivencia democrática para España en el que la participación en un proyecto común se establezca a través de un Estado de corte federal basado en el autogobierno de las nacionalidades y regiones que la integran, en la cohesión y solidaridad entre todas ellas y en la irrenunciable voluntad de fortalecer e incrementar la integración de España en Europa.

Estos diez puntos resumen nuestra posición. Con ellos, el Gobierno podrá contar con nuestro apoyo. En torno a ellos creemos que se puede articular un consenso de todos los demócratas. Sobre ellos, creemos que se puede construir una paz estable y justa. Y son, en consecuencia, los que el Partido Socialista defenderá ante los españoles.


Nota: Comunicado emitido por el PSOE el 19 de Enero de 1999.

Via La Tregua Trampa