viernes, diciembre 02, 2005

Lo vuelve a clavar...

...esta vez, a cuenta de las diferencias entre la Cataluña real y la oficial. Valentí Puig, en ABC:

UNO de los nortes alcanzados por el nacionalismo catalán ha sido que finalmente muchos ciudadanos asuman en toda España que ser catalán equivale a ser nacionalista y que el catalanismo político representa unívocamente a toda Cataluña.
Y esto lo añado yo, también han conseguido que lo crean los catalanes todos (lo sean por haber emigrado, o por haber nacido). No hay nada peor que te puede pasar en Cataluña que el que te llamen "mal catalán"...

En cambio, si estamos hablando de Cataluña en general, algo mucho más múltiple y complejo que su versión nacionalista -mucho más dinámico y evolutivo-, es algo de todos los días convivir en la naturalidad de ser diversos y a la vez parte de España. Esa es aproximadamente la Cataluña real.


Es algo que impacta a la gente de fuera de Cataluña cuando la visitan. Lo que ven es una diferencia abismal entre la Cataluña que pintan sus políticos, y la real, la normal.
Sí, seguramente hay que ajustar sistemas de financiación autonómica, pero no en nombre de identidades colectivas de orden metafísico o ancestral, sino en nombre de ciudadanos y contribuyentes, no por reivindicación «ad infinitum».
Esto no te lo perdonarán fácilmente, amigo...decirlo así, negro sobre blanco, les duele. Eres un mardito anticatalán...
Más allá del gran embrollo político y la turbulencia demagógica que se han generado, luego resulta que lo que es la convivencia natural se somete todos los días al referéndum, al plebiscito del orden espontáneo, y en este caso el sí es masivo y, por así decirlo, obvio. En la Cataluña real se vota en los usos lingüísticos reales, en el puente aéreo Barcelona-Madrid, en las redes tecnológicas, en las relaciones de mercado, en los vínculos entre universidades, en el zapeo televisivo y en el dial de las radios, en los cajeros automáticos, en el consumo de libros en catalán y castellano, en los nuevos grupos musicales y en el mundo del teatro o del cine que va y viene entre Madrid y Barcelona. Por contraste, lo cierto es que una gran mayoría de diputados del parlamento autonómico de Cataluña votaron afirmativamente un proyecto de ley orgánica que no asume del mismo modo los consensos cotidianos de la sociedad catalana, pretende alterar el orden constitucional y se aleja del gran pacto -pacto metahistórico, si se nos permite- de 1978.

Y para rematar:

Claro está que la estridencia es previsible cuando un presidente de Gobierno -como ocurre con Rodríguez Zapatero- se postula como mediador entre quienes desean conservar la Constitución de 1978 y quienes no. Extraña vocación la de conducir la locomotora y a la vez querer ser asaltante del tren.


¡Vamos, un mardito facha!